CRÓNICA
DE UNA EXPERIENCIA
por un pasajero novato
Yo
vivo en la costa catalana, una zona superpoblada y sobreurbanizada
del
litoral mediterráneo. Por eso, cuando me propusieron participar
en un
recorrido en 4 x 4 por las dunas de Pinamar, mi imaginación
no llegó a
alcanzar de qué se trataba. Mi concepto del espacio, especialmente
del
espacio próximo al mar, queda restringido por la urbanización
masiva de las
zonas costeras. Imaginé un grupito de dunas al lado del mar,
rodeadas de
casas de playa y bañistas en un radio de, como mucho, 200
metros. Alguna
derrapada controlada, alguna maniobra interesante,... gimnasia para
los
motores. Pero las travesías de Jeep Club van más allá
de la automoción.
Pueden
hacerse una idea de como "flasheé" -como dicen
acá- al adentrarme en
los espectaculares médanos. Cómo podía yo pensar
en aquello a partir de mi
concepto de duna? El único referente a través del
cual no me habría
sorprendido tanto lo que viví hubiese sido una comparación
con el Sahara.
En
medio de los médanos, uno siente "algo". No sé
bien qué es -soy un
urbanita consumado-, no podría aprisionarlo en un sólo
término, pero sé que
retrotrae a alguna reminiscencia inconsciente de infinito, de comunión
con
la naturaleza, de libertad. Pensé en todos esos sedimentos
depositados
durante siglos y en cómo su contemplación sedimentaba
en mi conciencia
dejando lo máximo que se le puede pedir a una experiencia:
una huella algo
más difícil de borrar que las de los Jeep en los médanos.
Capítulo
aparte merece el factor humano. Supongo que es por esa dimensión
elevada de las sensaciones obtenidas por los participantes, que
se crea una
armonía tan manifiesta, un principio de amistad tan auténtico.
Doy
gracias al Jeep Club por la ocasión y animo a todos los argentinos
amantes de la aventura a que la experimenten, la compartan y, en
definitiva,
la vivan. Ustedes que la tienen a mano.
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