DANIEL REVENGA, periodista de Barcelona


 

CRÓNICA DE UNA EXPERIENCIA
por un pasajero novato

Yo vivo en la costa catalana, una zona superpoblada y sobreurbanizada del
litoral mediterráneo. Por eso, cuando me propusieron participar en un
recorrido en 4 x 4 por las dunas de Pinamar, mi imaginación no llegó a
alcanzar de qué se trataba. Mi concepto del espacio, especialmente del
espacio próximo al mar, queda restringido por la urbanización masiva de las
zonas costeras. Imaginé un grupito de dunas al lado del mar, rodeadas de
casas de playa y bañistas en un radio de, como mucho, 200 metros. Alguna
derrapada controlada, alguna maniobra interesante,... gimnasia para los
motores. Pero las travesías de Jeep Club van más allá de la automoción.

Pueden hacerse una idea de como "flasheé" -como dicen acá- al adentrarme en
los espectaculares médanos. Cómo podía yo pensar en aquello a partir de mi
concepto de duna? El único referente a través del cual no me habría
sorprendido tanto lo que viví hubiese sido una comparación con el Sahara.

En medio de los médanos, uno siente "algo". No sé bien qué es -soy un
urbanita consumado-, no podría aprisionarlo en un sólo término, pero sé que
retrotrae a alguna reminiscencia inconsciente de infinito, de comunión con
la naturaleza, de libertad. Pensé en todos esos sedimentos depositados
durante siglos y en cómo su contemplación sedimentaba en mi conciencia
dejando lo máximo que se le puede pedir a una experiencia: una huella algo
más difícil de borrar que las de los Jeep en los médanos.

Capítulo aparte merece el factor humano. Supongo que es por esa dimensión
elevada de las sensaciones obtenidas por los participantes, que se crea una
armonía tan manifiesta, un principio de amistad tan auténtico.

Doy gracias al Jeep Club por la ocasión y animo a todos los argentinos
amantes de la aventura a que la experimenten, la compartan y, en definitiva,
la vivan. Ustedes que la tienen a mano.